En 2018, la alternancia hacia la izquierda mexicana se anticipaba como algo prácticamente inevitable y, podría decirse, hasta necesario. La descarada corrupción del gobierno PRIista de Peña y la imposibilidad de los gobiernos PANistas de consolidar un proyecto de nación diferente, impulsaron la victoria del siempre hipócrita y oportunista López Obrador.
Aquella vez, el megalómano ganó con todas la de la Ley, sin regateos ni dudas (aunque ahora se presume que fue apoyado por el Narco desde 2006). Cuando asumió, había esperanza y miedos combinados, pues se sabía que era una persona temperamental, mentirosa y rencorosa que podría buscar venganza de todos sus adversarios, pero a mismo tiempo, millones tenían ilusión de que él terminaría de una vez por todas con la corrupción y arreglaría todo lo que estaba mal para convertirse en el mejor presidente de México. Al final, su gobierno puede fácilmente catalogarse como el peor de la historia por su precario crecimiento económico; el criminal manejo de la pandemia; la inexistente estrategia de seguridad que generó un incontenible aumento de muertos por violencia; la militarización; la destrucción de instituciones y órganos autónomos; el sistema de salud colapsado sin medicamentos y equipo necesario y, por supuesto, los cientos de miles de millones de pesos robados o mal gastados en obras faraónicas caprichosas e inservibles, además de muchos etcéteras que impusieron nuevos límites de amiguismo, nepotismo y corrupción.
Pero esto no fue lo peor… La culminación de “el peor gobierno de la historia” del país se dio el 2 de junio, cuando, en un deja-bu que a algunos nos hizo recordar las épocas de los descarados fraudes electorales de los 80s, el Narco Gobierno de Morena se robó las elecciones aplicando todas y cada una de las trampas habidas en el manual. Desde una cínica y multimillonaria elección de Estado (aprovechando recursos de programas sociales), hasta el robo y embarazo de urnas, pasando por acarreos, condicionamiento y extorsión, coacción del crimen organizado, compra de votos y, desde luego, la infaltable caída del sistema y el asesinato de candidatos rivales. Todo esto dio como resultado la imposición de una candidata a modo, una persona subordinada, sin carisma ni personalidad propias, acusada de corrupción y responsable de muertes por negligencia durante sus gestiones como gobernante fue la cereza en el pastel de un proyecto “transformador” que terminó por destruir la democracia en México.
Increíblemente, la oposición se dobló y la sociedad enmudeció, provocando que morena aprovechara la situación para tomar la mayoría en el poder Legislativo, cambiar la constitución a modo y darle un golpe de muerte al último contrapeso que quedaba en México: el poder judicial a cargo de la SCJN.
Hoy, una secta de ideología socialista se alza como un ultra poderoso partido único de extrema izquierda que tiene control absoluto del país a través del Gobierno Federal, Estatal y municipal, el ejército, las cámaras de diputados y senadores, Jueces de la suprema corte y fiscalías, órganos autónomos, Banco central y además, mantiene estrechas alianzas con países comunistas como Rusia, Venezuela, Cuba y, por supuesto, con el crimen organizado más sanguinario de todos los tiempos.
Este escenario lleva a una pregunta lógica: ¿Cómo llegamos a esto?
Lo permitimos como sociedad, claro está, pero, ¿y dónde están los buenos mexicanos? ¿Dónde está esa gente que respeta, ama y lucha por esta nación, que trabaja, estudia, emprende y se ha esforzado toda su vida y por generaciones para salir adelante en un país con fallas, pero con infinidad de oportunidades? Y ya no hablemos del grueso de esa sociedad pasiva, adormilada, que está sumida en su cómoda indiferencia a cuanto sucede en la política nacional… Nos referimos a personas con autoridad y poder que han permitido que lo peor de la sociedad mexicana tome el control de cada uno de los hilos del país. Políticos, empresarios, comerciantes, Generales, Coroneles, Comandantes, Jueces, policías, investigadores, periodistas, líderes sindicales o hasta caciques y miembros del crimen organizado rival… ¿Dónde están? ¿Acomodados? ¿Cómo podría convenirles lo que está ocurriendo en el país si les están quitando todo?
Es extraño pensar que todos se vendieron, se alinearon o huyeron. El poder absoluto corrompe absolutamente, y sin embargo, ahora lo tenemos de frente y no vemos nada ni nadie que pueda oponerse a ello a pesar de que no deben ser más de mil personas las que tienen control sobre 135 millones de personas en el país.
La ausencia de contrapesos en el gobierno nos alerta sobre la inevitabilidad de un destino decadente que será especialmente duro con las clases medias «aspiracionistas» que son vistas con resentimiento desde un poder cuya misión es clara: empobrecer y destruir para garantizar el control sobre una mayoría que dependa del gobierno para subsistir y así garantizar el voto. Ante este panorama, la ausencia de líderes con valor y de organizaciones sociales o empresariales poderosas que puedan oponerse a la debacle, se antoja como un muy elaborado «complot», orquestado para acelerar la destrucción de México con algún fin oscuro que desconocemos. ¿O es que simplemente somos una raza dañada de corruptos, estúpidos y pusilánimes? No lo creo.
Suena exagerado y pesimista, pero ya estamos ahí, y lo peor está por venir.
30 de Diciembre de 2024 | Por O.Castro para Acción Civil Mexicana