Exactamente en un mes, el pueblo de México tendrá una cita histórica con la democracia, tal vez la más importante de de nuestras vidas, incluso más que la de la transición de Fox.
Este 2 de junio, la ciudadanía saldrá, para bien o para mal, a confirmar la consigna: “tenemos el gobierno que merecemos”.
Y es que aceptémoslo, aunque actualmente el foco de la discusión se centra en los ominosos actos y dichos del presidente, la precaria situación político-social que vivimos hoy en día no tiene que ver con un solo personaje o un grupo de sinvergüenzas que buscan “transformar” al país destruyéndolo, el problema está en nosotros. ¿Por qué? Se preguntarán indignados. La respuesta es simple. Él y su equipo, junto con todos los demás políticos, incluidos varios de la oposición, solo son un reflejo de lo que somos como sociedad y de nuestra cultura. Su incompetencia, su apatía, cinismo y ruindad, su insaciable afición por robar, engañar, mentir, manipular, atacar, esconder, burlarse y denostar, no son sino características propias del mexicano promedio. A muchos no les gustará escucharlo y tal vez sientan que no caben en esa canasta, y con justa razón, pero la verdad es que el desaseo que vemos ahora no llegó por generación espontánea. Toda esa gente estrafalaria y vulgar que vemos hoy bailando y cantando ridículamente para llamar la atención en busca de nuestro voto, es la misma que vemos también expresarse de la manera más repugnante y soez desde la máxima tribuna de la nación, en entrevistas o en los muchos videos o audios que dan cuenta de todos sus actos de ignorancia y corrupción. ¿Y de dónde surgieron?, pues del pueblo. Pero, ¿y la gente buena? ¿A caso no hay personas con inteligencia, preparación, dignidad, honor, honradez, capacidad y experiencia? ¡Claro que la hay! Pero en su mayoría esas personas no participan de la vida política. Son empresarios, profesionistas, estudiantes, maestros, padres de familia, emprendedores o empleados que simplemente tratan de vivir su vida en paz, respetando las reglas, luchando día a día por llevar el sustento a sus familias. Entonces, se da la paradoja de que los buenos ciudadanos se encuentran fuera del círculo de donde se toman las decisiones y solo les queda votar por lo que hay, y eso es, en la mayoría de los casos, por gente mafiosa y poco preparada, algunos personajes populares o reconocidos sacados de la farándula y otros muy extraños y siniestros que llevan décadas mamando de nuestros impuestos y que buscan perpetuarse colocando también a sus familiares en puestos de gobierno.
«El abstencionismo también es una posición política y es la peor de todas, porque la falta de participación suma a la decisión de las minorías».
En política, nuestro país ha transitado por periodos muy tristes y desoladores. Ya vivimos una dictadura perfecta, donde un solo partido acaparó el poder fingiendo ser democrático durante más de 70 años para luego, con mucho esfuerzo, conocer la alternancia, misma que, al funcionar a medias, permitió el regreso del mismo partido saturado de gente abusiva y corrupta que finalmente nos llevó a un hartazgo tal, que trajo lo que estamos viviendo hoy y que está muy lejos de ser lo que muchos esperaban y, por el contrario, nos ha hecho renacer el temor de caer nuevamente en una espiral decadente que nos aleje para siempre de los ideales democráticos, de prosperidad y libertad por los que lucharon y murieron cientos de personas durante décadas. Pero entonces, ante semejante panorama, resulta necesario recordar que la decisión de elegir a quienes gobernarán nuestro país, la tomamos los ciudadanos, y si la decisión falla, el error está en nosotros, no en “ellos”, porque sencillamente fuimos nosotros los que los pusimos ahí.
Somos nosotros los que, con nuestro voto o la falta de él, definimos el rumbo de nuestro país. La participación ciudadana es esencial para castigar a los gobernantes y evitar el saqueo, pero sobre todo tiene la capacidad de impedir que una minoría de fanáticos y criminales bien organizados acumulen todo el poder aprovechándose de la ignorancia y la apatía generalizada de la sociedad.
El momento es hoy. Por eso, nadie puede decirse sorprendido, ni deberá renegar o echar culpas si las cosas salen mal y México sigue hundiéndose en los infiernos de la corrupción, la violencia y el autoritarismo.
Las cartas están sobre la mesa y muestran dos visiones de país: una retrógrada, incapaz y sectaria que niega la realidad y se inclina por la militarización, la manipulación social y populismo disfrazado de asistencialismo que protege a los criminales y plantea como enemigos a la clase media, críticos, comunicadores y empresarios; y otra impulsada por la sociedad civil que exige libertades y la profesionalización de la administración pública, que promete limitar el papel del Estado en la economía y generar desarrollo económico como motor de igualdad y crecimiento.
Es oportuno señalar y reconocer que una sola persona no puede salvar al país sola, requerirá un gran equipo de trabajo conformado de la mejor gente, la más preparada y experimentada, y que también va demandar de nosotros como sociedad, primero para que llegue a gobernar, y luego, para exigirle resultados y hacerle rectificar cuando cometa errores.
Entendámoslo bien de una vez por todas. El abstencionismo también es una posición política y es la peor de todas, porque la falta de participación suma a la decisión de las minorías. Por ello, asumamos que la responsabilidad de lo que ocurre en nuestro país es nuestra y que estamos obligados, como individuos y como sociedad, a defender a nuestras familias, nuestro patrimonio, y a exigir resultados en materia de seguridad, educación y salud a nuestros gobernantes, ¡para eso los contratamos! Así que, siempre debemos recordar que, si todo sale mal, el problema está en nosotros, y exactamente por eso, la solución también.
El próximo 2 de junio, pase lo que pase, obtendremos el gobierno que nos merecemos.
2 de Mayo de 2024 | Por Octavio Castro para Acción Civil Mexicana