Las cosas por su nombre

Con mucha frustración veo a la oposición haciendo la misma política de siempre; esa que evita pisar cayos y que está llena de adulaciones para evitar que se les persigan. Específicamente en el PAN y en el PRI, partidos que de acuerdo al mandato del pueblo en las elecciones intermedias, debieran actuar como bloque de contención y señalar categóricamente lo que está mal, lo que no funciona y todos los ilícitos que saben ocurren en este gobierno, pero que han delegado esa función a la ciudadanía y a un pequeño grupo de reporteros. Si bien hay sus muy pocas excepciones dentro de estas organizaciones, desafortunadamente son sus comités ejecutivos los que aplican la política de llevar las cosas bajo la diplomacia “barbera”.

Créanme que en mi particular caso, no votaré por candidatos que emanen de este tipo de partidos o que sigan bajo el mismo tenor; como yo, creo que somos varios.

México ya no está para soportar que sus funcionarios se tapen los ojos y hagan como que no pasó nada sólo porque se cambió de administración o porque no quieren tener problemas con algún funcionario de mayor rango que podría ser descubierto en sus fechorías.

En la administración pública, robar y hacer mal uso de los recursos del Estado es un delito; no se mide si fue poquito o si fue más que en otros casos. Robar es robar.

Como mexicano espero del Estado, que me quita más del 40% de mis ingresos vía impuestos diversos, que camine firme y alineado por todo el marco legal que existe y que castigue a quien osó, ose, y osará desviarse de él. 

En la administración pública, robar y hacer mal uso de los recursos del Estado es un delito; no se mide si fue poquito o si fue más que en otros casos. Robar es robar.

Exactamente lo mismo es en la acción de mentir; los funcionarios públicos y el Estado en su conjunto están obligados a ser totalmente transparentes con esos recursos que todos aportamos; mentir es mentir, no importa si son menos mentiras o más mentiras que en otros casos.

Las funciones de todos los servidores públicos están plenamente identificadas y lo mismo todos los trámites que ellos deben atender; quien pide “moches” para saltarse esos pasos o quien omite deliberadamente los mismos por beneficio propio es un corrupto y en la administración pública, esto es un delito. No importa si es poquito o fue mucho, un corrupto lo es desde que cometió la primer fechoría.

Ya basta de otorgarle perdones a la gente que no lo merece y sobre todo, basta de justificar los crímenes que cometen porque antes también se hacía y más. Esto es una aberración, una traición a esta patria que ya está cansada de administraciones que simplemente llegan a servirse con la cuchara grande.

Que caiga quien tenga que caer, no importa el color de sus tendencias partidistas ni sus ideologías; el Estado debe fortalecerse mediante la aplicación de todas sus leyes.

Y algo muy importante, llamémosle a los delincuentes por su debido nombre: delincuentes.

Bajo este contexto y en uso de mi derecho de libertad de expresión acuso a este gobierno por los delitos de corrupción, de malversación de recursos, de extralimitación de funciones, de nepotismo y de conflictos de interés. Y empiezo por su titular; Andrés Manuel López Obrador ha permitido que en todos los niveles de gobierno, la corrupción sea una forma de vida, empezando por él mismo y los suyos. De gratis no es la calificación mundial que tenemos como el quinto país más corrupto. Este presidente no ha venido a gobernar, sino a servirse con cuchara grande de los recursos que todos los mexicanos aportamos vía nuestros impuestos. El negar los actos en total flagrancia de sus más cercanos que además actúan en su nombre es de un cinismo inmundo.

Este gobierno ha tenido más señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación por malversaciones de recursos que cualquiera de los otros 4 sexenios previos. Se otorgan becas a difuntos, apoyos a inexistentes, se pierde el dinero de las dependencias y todo esto bajo el amparo del titular del poder ejecutivo quien tiene de aliado, al peor de los fiscales, pues el nivel de impunidad en México ronda en el 96% de los casos que son denunciados; el fiscal sólo atiende a las peticiones del presidente o a sus asuntos personales, en los que por cierto, extralimita sus funciones y actúa en flagrante conflicto de intereses.

El nepotismo en este gobierno es increíble; para ejemplo Pemex que está inundado de familiares de su director general, lo que también es un conflicto de interés.

Y que quede claro, no pido cobijo para los actores del pasado que tienen también mucha cola que les pisen; pido que se aplique la ley y que todos ellos (los anteriores y los actuales) sean refundidos en la cárcel por aprovecharse de una nación que les confió la administración del Estado.

El que busque mi voto y el de muchos mexicanos, nos tendrá que convencer de que aplicará la ley a raja tabla; que sus primeras acciones serán las de solicitar las investigaciones necesarias y aportar todas las pruebas existentes para comprobar que todos estos rateros son unos delincuentes, y sean refundidos en la cárcel.

Tarea difícil, pues quien se atreva a hacerlo, deberá tener una trayectoria intachable y eso, en estos días es escaso.

Pero lo que no debiera ser difícil, es que los mexicanos sin importar nuestros credos, ideologías o partidismos, apoyemos la legalidad. Ya basta de defender criminales, sean de cuello blanco o no; basta de aspirar a ser un narcotraficante. Su riqueza se genera por la desgracia de alguien más que bien podrías ser tú. No aspiremos más que a la legalidad.

Por Mario Sotomayor para accioncivilmexicana.org & República Alterna