México no para de llorar

Llorar. ¡Cuánto lloramos todos! Inevitable y, sin duda, bella característica de los humanos. ¿Cuántas cosas y sentimientos merecen nuestras lágrimas? Desde luego, aquello que nos lastima en nuestra profundidad, el dolor que provocan los recuerdos, las despedidas de los que amamos, aquello que perdemos y que no regresa, la ira, la melancolía, el brillo del tiempo pasado, quizá lo que fuimos y añoramos, lo que intentamos y no pudimos, lo que deseamos tanto y que no nos sucedió.

«se llora por los desaparecidos, estos con el agravante del desasociego y la angustia acerca de si regresarán o no. Se le llora dolorosamente a la infamia de los feminicidios, y a nuestros niños atacados por enfermedades a quienes se les ha negado dilatar su vida».

El río del tiempo irrecuperable que no para en su corrida, y el temor que causa este río más adelante con agua de incertidumbre. Lágrimas puede causarnos también lo que no alcanzamos a perdonarnos, y que a veces en soledad, una especie de comezón en el alma nos lo recuerda, comezón que no se rasca y que solo las lágrimas la calman.

La inocencia de los niños, la sonrisa de mis hijos, un atardecer tan distinto a aquél en que hace apenas unos días me perdí. ¿Cuántas cosas son todas las cosas que merecen lágrimas?

No puedo evitar que existan miradas que me conmuevan, la dignidad del humilde y la esperanza del desposeído, la fe de aquellos a los que no puedo fallarles, la fe de mi mujer y la de algunos otros que me la tienen y me la guardan.

Las diversas expresiones del arte, una pintura, la poesía, la tristeza y la alegría. La redención y la gratitud, la caridad y la solidaridad, una mano estirada pidiendo ayuda y luego ver la cara de angustia del dueño de esa mano. El dolor ajeno y aún el del desconocido. Llorar por agradecimiento y por agradecer a otros lo que nos dan, aunque sea solo tiempo, sabiendo que el tiempo es un tesoro mucho muy valioso.

“Hay lágrimas que tienen tamaños de estrellas indomables, que son de acero y de roble su ternura, como las lágrimas del culpable que su alma es una rasgadura”.

Pero hay otras lágrimas, y no precisamente son las que nos brotan de los ojos y resbalan por nuestra cara, estas son aquellas que nos brotan del corazón y resbalan por nuestra alma. Son lágrimas a las que no es necesario recordar porque quedan ahí, guardadas y depositadas en nuestro interior para no ser olvidadas jamás.

Si, por tristeza y por felicidad es que se llora. Que son signo de debilidad aseguran algunos, sin embargo, también son signo de fortaleza.

Llorar por nuestro país también se vale. Se le llora por los que se han adelantado, tantas y tantos inútilmente porque su partida se pudo haber evitado, se llora por los desaparecidos, estos con el agravante del desasociego y la angustia acerca de si regresarán o no. Se le llora dolorosamente a la infamia de los feminicidios, y a nuestros niños atacados por enfermedades a quienes se les ha negado dilatar su vida. Sin duda que existen las lágrimas de la impotencia, de aquellos que luchan por una vida digna y no lo consiguen, de aquellos que transcurren en la desesperanza y que son capaces de llorarles el alma por dentro, y al mismo tiempo llorarles la expresión con una sonrisa por fuera. Esos son millones, muchos millones en nuestro país y entonces, México no para de llorar.

Ante el dolor y luego de las lágrimas, aparece entonces el alivio, la esperanza y los buenos deseos. Yo les deseo lo mejor a todas y a todos siempre, aún más en estos tiempos a los que lloran, y desde luego que a México le tengo buenos deseos también, los que me atrevería a decir que son primordiales, porque nos incluye igualmente a todos sus habitantes, en la inevitable cita en la que espero y deseo que la Democracia y la razón imperen en los próximos 2023 y 2024.

En estos tiempos en los que a nuestros políticos cada vez se les valora menos y salvo sus excepciones, se les tilda a la mayoría de ineptos y hasta de corruptos y cada vez más alejados de las inquitudes verdaderas del ciudadano, enfrascados en sus luchas internas por el poder, que no se traduce en otra cosa más que en la degeneración de su objeto principalísimo, que es la consecución del bien común, le deseo a México buenos políticos, capaces de elevarse sobre intereses partículares, de grupo, de familia, de clase, de si mismos, e incluso de la propia ideología que pudieran defender, en beneficio de la propia comunidad. Le deseo a México políticos con capacidad para sacrificar sus propias preferencias y una amplitud de miras, propia de espíritus superiores.

Le deseo a México políticos que entiedan la política, como una pasión cívica totalmente alejada del acecho a un botín, y que sus méritos no sean en absoluto el halágo constante al líder, y la adhesión per se a las consignas de sus partidos, lo que es orígen de la política mediocre y corrupta.

Deseo para México, que la política sea un oficio para aquellos que verdaderamente están capacitados para gobernar, políticos que sobresalgan en cuanto a virtudes e inteligencia.

Estamos ya, enfrente del 2023, con los avisos de que será un año aún más difícil y la premonitoria y desafortunada frase que nos dijo el presidente: “Lo mejor, es lo peor que se va a poner”, aduciendo que Francisco Villa la decía mejor, y también estamos frente al parteaguas que puede significar el 2024 con las elecciones presidenciales. Nuevos  y próximos años para México y para todo su contenido humano, en los que profundamente deseo que las lágrimas sean menos, muchas menos.

Que los motivos para llorar sean más por causas de nuestra naturaleza humana y menos por causas que humanamente son evitables, y que México, de una buena vez… pare de llorar.

Les abrazo.

1 Agosto de 2022 | Por Oscar Athié para Acción Civil Mexicana

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1 comentario en “México no para de llorar”

  1. No, México no llora, unicamente lloran las personas que no se han dejado engañar, todos y todas aquell@s que con los ojos abiertos han visto la realidad los y las que viven y sufren esa realidad que no se ajusta a la retórica de un político farsante y tramposo.

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