El peligro del fanatismo

El fanatismo es el gusto apasionado y exagerado que una persona puede sentir por algo o alguien. Suele darse prácticamente por cualquier cosa, como objetos, actividades o profesiones, por los deportes, la pareja, el arte o artistas, etc. Sin embargo, es en la religión y la política donde puede alcanzar los más altos niveles de peligrosidad por su componente intolerante y destructivo.

El “fanatismo” puede hacerte entregar lo que eres, incluyendo tus pensamientos, tus creencias y, en ocasiones, hasta tu cuerpo o la vida, por algo o alguien que no tiene relación directa contigo y de quien regularmente no se obtiene nada a cambio, salvo la intensa sensación de bienestar por hacerlo. Es en esencia un acto irracional que conlleva la cancelación de la capacidad de reflexionar, obligando al sujeto a rechazar con furia o violencia todo aquello que cuestione o desacredite el objeto de su “adoración”, esto anula por completo su juicio y cualquier intento de auto-crítica, despojándolo de su dignidad y opacando su moral.

Lamentablemente, todo parece indicar que es una condición humana. Estamos programados para apasionarnos por algo, lo que sea. Y por ello, existen líderes sociales que, conscientes de esta “debilidad”, hacen uso de artimañas, mentiras y manipulación constante para mostrarse como seres perfectos o superiores al resto, ofreciendo y prometiendo soluciones y paraísos imposibles que, sin embargo, caen en el terreno fértil de un amplio sector de la población que siente una profunda “necesidad de creer” o sentirse parte de algo.

Y aunque muchos pudieran considerar que esa “debilidad” es una característica propia de la ignorancia o la falta de cultura y educación de las personas, la verdad es que, por experiencia, podemos decir que, en realidad eso representa tan solo la mitad del problema. La otra mitad es una falla en nuestra programación genética. Un código implantado en el cerebro de todas las personas que parece activarse de manera impredecible por estímulos determinados.

El peligro del fanatismo es que, tener “apagada” la capacidad de cuestionar, razonar y reflexionar, invariablemente sume a los individuos en la frustración e intolerancia, avivando sentimientos de odio e ira… que siempre terminan provocando actos de violencia.

La humanidad ha experimentado y padecido el infame resultado de ese fanatismo en forma de guerras, atentados terroristas, asesinatos y masacres provocadas por gobiernos, partidos y organizaciones (religiosas, sectarias o criminales) formadas y dirigidas por seres perversos y corruptos que siempre están dispuestos a sacrificar a sus seguidores por sus ambiciones, creencias e ideales…

El fanatismo está en todos los extremos ideológicos, tanto de derecha como de izquierda y donde sea que se clame por ser el único que tiene la razón o se desacredite o insulte al adversario por pensar diferente. Le realidad, es que no existe la perfección en nada que tenga que ver con lo humano, y nadie puede decir que posee la verdad absoluta o la fórmula mágica para resolver las cosas.

Entonces… ¿dónde está el punto medio?

La única manera de no caer en el fanatismo y alejarse de su ilusión, es la observación y evaluación crítica en relación directa con los hechos comprobables, retirando el velo ideológico, los deseos y las emociones que puedan opacarlos o deformarlos. Las cosas son, la realidad es, y no hay nada que pueda evitarlo, a menos que se engañen a sí mismos, como cuando se está bajo los influjos del fanatismo.

Si el gobernante dice: “Se acabó la corrupción”; “vamos muy bien”; “El COVID no hace daño”; “Somos diferentes”; “No vamos a endeudar al país”; “No vamos a militarizar”; “Primero los pobres” etc., cuando en los hechos de la realidad es justo lo opuesto y se han demostrado cientos de casos de peculado y corrupción de funcionarios y familiares, y contabilizado más de un millón de personas muertas por diversos factores directamente relacionados con las acciones o inacciones del Gobierno como el incremento en la delincuencia, la corrupción y la negligencia… es que se está mintiendo y se trata de engañar, pero, quien a pesar de las muchas evidencias aún cree, descalifica y defiende a su líder, es que ha caído en el oscuro abismo del fanatismo.

Por eso, como oposición tenemos la obligación de no repetir los errores de quienes han destruido México con su idealismo retrógrado y manipulador. Será difícil hacer coincidir las diferentes posiciones políticas, pues nuestro país es grande y diverso. Debemos comenzar con ser tolerantes y entender que, pese a nuestras muy particulares inclinaciones y deseos, las cosas también pueden ser de otra manera y, sumarse y participar activamente, puede ayudar a impedir que sean de la forma que no queremos, aunque no gane nuestro favorito.

Vivimos un momento histórico que demandará que todos nosotros, tanto ciudadanos como líderes de diferentes corrientes ideológicas, cedamos un poco, flexibilicemos las posturas y alejándonos de los extremos. Entre los precandidatos hay talento, incluso en los que ya no contienden, todos tienen algo bueno que aportar y solo la unión o alianza entre todos ellos puede lograr la integración de un gobierno de coalición que realmente represente a la mayoría.

Pero esto únicamente se puede lograr si nos desprendemos de nuestro egoísmo y dejamos de lado el apasionamiento para concentrarnos en aquello que pueda generar mayores beneficios para todos. Hoy, más que nunca, nuestra sociedad necesita demostrar que puede ser diferente y romper el círculo vicioso de la polarización, solo así podremos comenzar a sanar las heridas y vivir en paz.

7 de Agosto 2023 | Por Octavio Castro para Acción Civil Mexicana

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