La mentira

Breve historia de Cuba del 59 hasta hoy.

«La verdad no es para todos, sino para los que la buscan», sabias palabras que cargan el mismísimo peso de la verdad en ellas. Y justo con la fuerza que nos otorga el pertenecer a ese racimo de buscadores de la verdad, convoco al que escucha, o al que me lee, para desentrañar respuestas y juntos navegar llenos de esperanzas sobre las rechinantes tablas de esta vieja Balsa…

Soy el Balsero y vengo a contarles la historia de Cuba posterior a la llegada de la peste verde olivo, pero sin dudas, no la historia que nos contaban en la escuela o la que le contó Castro al mundo. Mi historia será la más cercana a la verdad y llena de evidencias porque será la historia que ha vivido el pueblo de Cuba. Los hijos de papá y mamá. Esos que chocaron día tras día con la realidad. Con esa cruda realidad que pareció no existir en el mundo fantástico de Castro. En ese “CastroLandia” donde produciríamos más carne y leche que Holanda y tendríamos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca.

Una Cuba que no conocieron los hijos de la familia Castro ni la de los dirigentes de la dictadura. Nosotros contaremos La historia vivida por ese pueblo de a pie. Los hijos y las víctimas de la Revolución.

Cuba, esa hermosa isla que adorna el mar caribe, no tiene remedio. Flota por causas naturales y no se ha hundido porque pareciera que en medio de la oscuridad de donde flota, espera un milagro que la haga renacer. Pero hasta el gentilicio de sus habitantes le hace daño. Es como si negaran su existencia. Cubano, “Cuba no”. Cuba solo existirá sin los cubanos.

Y para entender el caso Cuba, hay que partir de una premisa fundamental: El que crea que Fidel llegó en enero del 59 a darnos a los cubanos el bienestar y a salvarnos de todo mal, está partiendo de un craso error. Castro llegó a al poder, con una única finalidad. La de destruir a Cuba. El país más próspero que había en América Latina en 1959. Destruirla e implantar una ideología macabra, sin sentido, que se basa en los pobres y para los pobres, pero no aclara nunca que sea para sacarlos de la pobreza, sino para hacerlos más pobres y dependientes de un caudillo que solo dice mentiras y promete sin límites, pero no cumple nada porque el socialismo como formación socioeconómica, carece de economía que pueda soportar regalar y regalar sin crear ni producir.

Y sé que a partir de hoy muchos cubanos radicalizados empezaran a escribirme horrores, pero cuánta razón tenía mi esposa cuando un día —de hace muchos tiempo—, me dijo: Cuba, jamás será libre, mientras exista un solo cubano sobre la faz de la tierra que esté influenciado por el castrismo. O sea, todos.

Dicho en otras palabras, es imprescindible, que todo cubano se cambie el cerebro, se resetee o se reinicialice, borrando de su mente lo mucho o poco que vivió en la isla posterior a 1959. Borrando toda influencia castrista. Limpiando o desinfectando todo el espacio contaminado por esa pandemia llamada “Socialismo populista de izquierda marxista leninista” o simplemente como la conocen los izquierdistas en América Latina que se quedaron varados en los años 70’s: “La Revolución Cubana”.

Entre más influencia haya tenido el castrismo sobre la mente de un individuo, menos calidad hay en el ser humano que se esconde en ese cubano.

Y lo digo con mucho respeto. No es mi intención ofender, pero si buscar una correlación generacional que nos permita entender el conflicto cubano. El por qué ha durado tanto una dictadura que lo único que ha hecho es hacer daño. ¿Cómo entender ese masoquismo? ¿Cómo entender que entre más humillado y explotado seas, más defiendas y mantengas a esos tiranos en el poder? Podemos dejar esto como un tema abierto y que cada uno busque una explicación, pero no puedo callar más esto que me oprime el pecho al ver tanta incoherencia, tanta traición, tanta falsedad e hipocresía en esos cubanos que desde adentro o desde el exilio, defienden hoy día a esa dictadura o solo buscan del “conflicto Cuba”, alimentar sus cuentas bancarias y reforzarme la idea que el anticastrismo ha sido siempre el negocio más rentable para una parte del exilio cubano y por supuesto que existan anticastrista, le sigue dando discurso político a la mismísima dictadura.

Y sí, cada día lo reafirmo más, hemos sido objeto del experimento social más macabro que haya sido sometido sociedad alguna. ¿Cuánto daño antropológico?

Empecemos con la primera gran salida migratoria cubana sucedida entre 1959 y 1962, incluso hasta 1965. En su gran mayoría eran personas de muy buena posición económica. Persona que vieron a tiempo lo que se venía con la llegada de la revolución de Castro. Este grupo tenía en común que conocían al capitalismo, lo vivieron y además disfrutaron de esa época de esplendor de la economía cubana. Estos cubanos llegaron a Estados Unidos con dinero e hicieron muy buenas inversiones de capital con la que contribuyeron en gran manera a hacer lo que es hoy en día el Estado de la Florida.

Otra parte de esa cubanía tuvo que llegar a Miami con una mano adelante y otra atrás, pero con una cultura del trabajo que les permitió salir adelante muy rápido. En resumen, este grupo de la primera oleada migratoria tenía una mente distinta. Salieron de Cuba por la “Amenaza Roja” de las ideas del comunismo Ruso que, sin dudas, llegaría a Cuba, con la llegada de Fidel al poder.

Una pequeña parte de este exilio se dedicó a hacer política y es ahí donde nace el exilio histórico, duro, el exilio intransigente pero heroico, el exilio convencido de que con la revolución marxista leninista de Castro no había nada que negociar. Había que borrarla de la faz de la tierra, de lo contrario llegaría a convertirse en una pesadilla. Y así fue.

En este gran grupo hubo una parte formada por los niños de aquella famosa operación Peter Pan. Niños que no alcanzaron a escuchar el “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Niños que fueron con solo una maleta donde simbólicamente se llevaban sus más lindos recuerdos infantiles. Muchos de ellos, jamás volvieron a ver a su familia o tuvieron que esperar muchos años para la reunificación, y en su gran mayoría fueron adoptados por familias americanas o cubanas de clase media que estaban en condiciones de poder adoptar.

Esos niños crecieron con valores y sobre todo en una cultura del trabajo y una fe inquebrantable a Dios. Pudiera afirmar sin miedo a equivocarme, que todos llegaron a alcanzar el sueño americano, aun con las secuelas que siempre causa un exilio tan duro como lo ha sido el exilio cubano. Si para una persona mayor implica demasiados cambios y sacrificios, imaginen para un niño llegar a un país extranjero, sin familia, sin conocer el idioma y su cultura e idiosincrasia.

Me hubiera encantado ser parte de este grupo de niños. Haber tenido ese privilegio de escapar del infierno sin la mente dañada por el adoctrinamiento marxista leninista y hasta Guevarista.

En esto radica parte de esa amplia explicación de por qué ese pueblo cubano sigue humillado ante una dictadura que los somete día a día. Y cabe entonces unas preguntas: ¿Acaso 63 años de sufrimiento no han valido la pena ni para intentar borrarlos por completo? ¿Qué espera el cubano? ¿en verdad esperamos un milagro?

Cuba, esa hermosa isla que adorna al mar caribe, hoy día agoniza y está en autofagia. No se ha hundido porque Dios es grande, y le debe tener reservado algún milagro que un día la haga renacer. Pero hoy tenemos un pueblo dañado de sus mentes porque su gente grita “Yo soy Fidel”, en lugar de gritar: “Yo soy cubano”. Su gente grita Patria o Muerte en lugar de Gritar Patria y Vida. Su gente prefiere huir, antes que luchar como lo hicieron nuestros mambises en la guerra de independencia contra España.

La existencia de una vasta corriente de oposición popular al castrismo dejó de ser una suposición para transformarse en realidad durante los sucesos de la embajada del Perú y el segundo gran éxodo migratorio por el puerto de El Mariel, a principios de 1980: mostraron desarmado el famoso heroísmo revolucionario. Con ello surge un gran grupo identificado como Los Marielitos.

En ese año los que habíamos nacido con la revolución teníamos entre 20 y 25 años. Muchos estábamos terminando la Universidad y algunos hasta nos habíamos casado y teníamos hijos. Vale aclarar que Los cubanos nos casábamos muy jóvenes por dos motivos: El primero, buscando libertad sexual y tener al menos un lugar seguro donde poder tener sexo, y el segundo para tener la posibilidad de comprar las 10 cajas de cervezas que daban cuando te casabas. Conozco amigos que se casaron hasta 5 veces y al mes se divorciaban, solo por comprar las cajas de cervezas. Aunque no lo crean era la única posibilidad de que un cubano viera 10 cajas de cervezas juntas.

Esta generación, todavía tenía un abuelo, un papá o un tío, que conoció el capitalismo y estaba en contra de Castro. Eso nos hizo ser menos vulnerable a la influencia total del adoctrinamiento que se aplicaba en nuestra época. Porque cuando llegábamos a la casa y contábamos al abuelo lo que nos habían enseñado en historia este nos gritaba… ESO ES MENTIRA, NO FUE ASÍ… A CAMILO LO MATÓ Raúl Castro…

Aunque sí conocimos el Seremos como el Che, las Escuelas al campo y las escuelas en el campo un porcentaje de nosotros no se dejó adoctrinar o mal o bien, nos acostumbramos a trabajar porque nos obligaban a trabajar en el campo.

El Mariel fue nuestra válvula de escape. Fidel autorizó a que las familias desde Estados Unidos podían ir a buscar a sus familiares en Cuba y ahí les llenaba las embarcaciones hasta reventar. Fidel aprovechó para limpiar las cárceles. Muchos fingían ser homosexuales y se anotaban en listas para obtener un permiso de salida porque Fidel declaró que era momento de que todos los debiluchos de mente y sexo, aprovecharan y se largaran porque la revolución era para los machos.  

El éxodo terminó oficialmente el 31 de octubre de 1980, cuando soldados cubanos ordenaron a los últimos 150 barcos en el puerto de Mariel que lo abandonaran sin pasajeros. Se calcula que unos 125 mil cubanos llegaron a Estados Unidos a través del puente marítimo Mariel-Cayo Hueso (Florida).

Es evidente que esa nueva generación de cubanos sufrió un choque muy fuerte con el exilio que se había ido al principio de la revolución. Esos ya llevaban en el exilio 20 años, y educados en una cultura del trabajo y del esfuerzo. Esos habían crecido siendo capitalistas y produciendo bienes de consumo y riquezas.  

Los recién llegados tenían ese mismo tiempo bajo los efectos de una educación comunista, no conocían al capitalismo y, además, no olviden que Fidel se deshizo de casi toda la lacra social: vagos, delincuentes y algunos asesinos con mucha peligrosidad. Y por supuesto, los que sobrevivieron a ese choque cultural y económico, fueron los que menos influencia tenían del socialismo. Los que sobrevivieron en Cuba y se adaptaron muy rápido al trabajo.

El choque cultural fue brutal, pero muchos de los inadaptados y delincuentes fueron devueltos o repatriados a Cuba porque no podían ser integrados.

En este grupo, Fidel aprovechó y metió muchos agentes de la inteligencia cubana que, con fachada de gusanos y escorias, llegaron con misiones de espionaje a la meca del exilio cubano. Llegaron a empezar a sembrar el divisionismo y la polarización en un exilio que era prospero, pero sobre todo libre.

Catorce años después, tras los sucesos del Maleconazo, el olfato político de Castro le advirtió de inmediato que la tensión social ya había subido demasiados decibeles y necesitaba otra válvula de escape. Sin poder reeditar esta vez el escandaloso éxodo masivo del Mariel, creó inmediatamente una “crisis de los balseros”, declarando públicamente que todo el que lo deseara podría largarse del país, y dando instrucciones a las fuerzas armadas y el ministerio del interior de no interferir a los que preparaban su partida hacia los Estados Unidos.

Rudimentarios botes, balsas improvisadas, y hechas solamente de unas tablas mal amarradas sobre cámaras neumáticas de tractores, camiones o automóviles, se lanzaban al mar frente al mismo Malecón de los incidentes de días anteriores, cargadas de desesperados hombres, mujeres y niños deseosos de abandonar el país, despedidos por familiares, amigos y curiosos, mientras la policía organizaba el tráfico en las calles para que los balseros cruzaran el Malecón, y la televisión nacional filmaba y transmitía el espectáculo como demostración de que en Cuba existía “libertad”.

Más de treinta mil cubanos se lanzarían al mar en sus balsas durante esas dramáticas jornadas. Estados Unidos se vio de pronto ante la irresponsabilidad castrista y el fantasma de una crisis humanitaria, y no sintiéndose capaz tampoco esta vez de dar una respuesta militar a la provocación, decidió que los rescatados en el mar fueran trasladados a la Base Naval de Guantánamo, y cuando ya estas instalaciones fueron sobresaturadas de balseros, se utilizaron otras bases, como en Panamá.

Después de un largo limbo migratorio de más de un año y de interminables dificultades materiales y sicológicas, los balseros retenidos pudieron arribar legalmente a Estados Unidos, pero en el ínterin los gobiernos de Cuba y Estados Unidos firmaron un decreto migratorio comúnmente llamado “pies secos/pies mojados”, vigente hasta unos días antes de terminar su mandato, El carismático Obama lo canceló. Con este decreto, cualquier cubano que arribara ilegalmente a Estados Unidos, es decir, que pusiera sus pies en territorio norteamericano, recibiría autorización para permanecer en el país, pero los capturados en el mar, aún a pocos metros de tierra firme (pies mojados) serian devueltos a la Isla por los propios guardacostas de Estados Unidos.

Y así ocurrió este tercer éxodo masivo de cubanos hacia los Estados Unidos. En este pudieron escapar los de nuestra generación nacida con la revolución, pero ahora con 14 años más de influencia castrista. La relación de proporcionalidad era inversa. Mientras más tiempo tenía la revolución, menos valores tenía la sociedad y con ello, las nuevas generaciones de cubanos que llegaban a los Estados Unidos. Es meritorio aclarar que toda regla tiene su excepción y que había gente buena en este tercer éxodo, pero el choque cultural fue sin dudas mucho más grande que el del año 1980.

Y mientras más pasaba el tiempo, más gente mala infiltró Fidel y el castrismo en los Estados Unidos. Y la prueba de eso está en toda esa gente que hacen en la gran nación, lo que nunca hicieron en Cuba. Hablar mal del gobierno que le dio asilo, e incluso ayudar al castrismo so pretexto de burlar el famoso e inexistente bloqueo económico, con el cual la dictadura lleva más de 60 años justificando su ineficacia económica y sosteniendo a capricho una dictadura que reprime a su pueblo, sin que el mundo voltee a ver las constantes violaciones de los derechos humanos que diariamente se cometen contra el pueblo cubano.

Fidel, de la misma forma que polarizó al pueblo cubano, se dedicó a polarizar al exilio cubano. Y como resultado, hizo mucho daño y formó a mucha gente mala. Gente que se divierte con hacer daño al que no piense como él piensa. Cubanos sin escrúpulo capaz de reprimir a sus hermanos por pensar distinto a las ideas del régimen. Y esa maquinaria de hacer hijoeputas al mayoreo, es el resultado de 63 años de adoctrinamiento comunista con base en un resentimiento desmedido, a una envidia enfermiza y a unas ganas inmensas de hacer daño y no dejar que el vecino, amigo, o hermano, simplemente prospere y tenga un poco más de lo que ese individuo, no fue capaz de lograr, porque el régimen le dijo que hacer riquezas era malo.

Cuba, esa obscura isla que llora en medio del caribe, hace más de seis décadas que ha perdido el rumbo. No se ha hundido porque está varada en sus propias orillas pantanosas, y ni Dios se digna a salvarla porque es imposible conceder milagros a quienes primero deben salvarse de ellos mismos.

Hoy tristemente podemos afirmar que Fidel cumplió su gran misión de destruir a Cuba, porque supo destruir al cubano, destruir su identidad, su integridad y hasta su cubanía.

Fidel cambió al cubano por un “hombre nuevo”, menos cubano y digno. Menos responsable, trabajador, honesto y respetuoso. Mas arrogante y tirano que el mismo Fidel Castro. Hizo a un nuevo cubano sin valores y sin amor por sí mismo, induciéndole un ADN maligno, desleal y traicionero. Y es justamente lo que he intentado explicar a lo largo de este primera platica que intenta ayudar a buscar respuestas a tantas preguntas, pero haciendo énfasis en explicar por qué el pueblo de Cuba ha soportado tanta explotación, maltrato y humillaciones. Y hasta se niega a ser libre.

Y por más que doy vueltas, llego siempre al mismo lugar. Cuba jamás podría ser libre mientras exista un cubano que lleve en sí mismo la influencia del castrismo. Y esto va para los cubanos de adentro y los de afuera de Cuba. Todos somos un producto del Castrismo. Y con ejemplos puedo ilustrarlos y corríjanme si no estoy en lo cierto.

Empiezo por los de afuera. Criticamos el autoritarismo de Fidel, pero quien no piense como yo, es en automático mi enemigo.

Queremos libertad para el pueblo cubano, pero desde afuera estamos planeando qué es lo bueno para Cuba; quien la gobernará, cuál debe ser la constitución que debe aplicarse, que régimen socioeconómico debe imperar y olvidamos preguntarle al cubano que está dentro, que es realmente lo que quiere.

¿En realidad estamos sugiriendo algo o tratando de imponer algo? Y seguimos olvidando que hay que ser muy cuidadosos porque lo que menos necesita Cuba el día de hoy es que suceda lo mismo del 59, donde no hubo cambio alguno y solo se sustituyó a una dictadura por otra.

Cuba está demasiado dañada, como para aguantar otra dictadura, aunque se diga democrática. Ya basta de engaño. Reconozcamos que Fidel murió pero que todavía no lo dejamos ir y lo mantenemos encerrado en esa horrible piedra a la que nunca ha llegado.

Y no lo dejamos ir, porque Fidel hizo al cubano, como Dios hizo al hombre; A su imagen y semejanza. Y me imagino a esa gran muchedumbre de cubanos exclamando a viva voz: “¡Qué coño está diciendo ese comepinga!”, pero les juro que es la “puritita verdad” ¿Quieren un simple ejemplo? Ahí les va: Fidel no le gustaba trabajar ni nunca trabajó. Se graduó de la Universidad, pero nunca ejerció como abogado. En su juventud fue un pandillero, sin respeto por nada ni por nadie. Y llegó al poder simulando una revolución del pueblo y para el pueblo, prometiendo puras mentiras que jamás cumplió y haciendo todo lo contrario con un denominador común en todo lo que hacía: destruir, destruir y destruir.

Veamos ahora nuestra realidad.

¿Qué somos?

Pues el resultado de 63 años de dictadura marxista, leninista-estalinista y Fidelista. Somos el engendro de un engendro del mal. Unos mejores que otros, o menos malos que otros, pero somos eso.

El resultado de una cultura de quítate tú, para ponerme yo. Porque yo soy mejor que tú y porque yo soy el mejor. Solo les falta decir: porque así me lo enseñó Fidel.

El resultado de un pueblo polarizado y dividido en etiquetas que no solo existen en la mente de un izquierdoso malformado, sino que las inoculan en nuestro genoma. Y es el resultado de un nefasto resentimiento que se transmite de generación en generación con la particularidad, que mientras más te alejas de la raíces cubanas de los años 50’s más marcado es ese resentimiento. Todo lo malo que me pasa es culpa de ese pasado capitalista que es el opio de los pueblos. Y BLA, BLA, BLA… Nada es mi culpa porque no soy responsable ni de mí mismo.

Y así han llegado a los Estado Unidos, y a todo el mundo, miles y millones de cubanos. La primera gran migración de los años 60’s, después la migración de los presos políticos que iban siendo liberados por las presiones internacionales, después los marielitos, después los balseros y, por último, el goteo continuo de cubanos que han salido al exilio posterior al famoso y mal llamado periodo especial de los años 90’s. Todos cubanos, pero con una pequeña particularidad: menos valores y “menos buenas” personas son. Con todo respeto. Pero, aunque sea metafórico, es el resultado de un daño antropológico que hemos vivido durante estos últimos 63 años.

Y pongo otro ejemplo: Hoy en el año 2022, la gran mayoría de todos los cubanos que han llegado en la última década al exilio, lo hacen a imagen y semejanza de Fidel y salvo contadas excepciones, son generaciones acostumbrada a que le hagan y le den todo y lo peor de todo es que han sido educados para recibir todo gratis, sin trabajar, sin esfuerzos.

Todo gira alrededor de la “ayuda”, claman desesperadamente buscando las “food stamps” y el Medicaid, dos programas subvencionados por el gobierno. Son generaciones que no quieren trabajar en cualquier cosa. ¡Qué va, man! ¡Yo no puedo ensuciarme de grasa! Y los ves bien vestidos, elegantes con sus gafas estilo Matojo, hablando todo el tiempo por el celular, que, dicho sea de paso, también lo subvenciona el gobierno y pensando en cómo volver a la isla en cuanto le den el “green card”, llenos de pacotilla para poder especular de las maravillas del exilio y de ese imperio del que tanto se quejan. Es la generación que vive con el cuerpo en el exilio y la mente en Cuba. Es la generación que le crece la panza en el exilio, pero se quejan de lo caro que es todo en este despiadado capitalismo que nos explota y nos somete al proletariado, pero eso sí, forjados en la doble y hasta triple moral inculcada por la Dictadura que les permite vivir del cuento si es que sus mente les da la posibilidad de escribirse su propio cuento.

Amigos, esa es nuestra historia. Nuestra triste historia simplificada en una pocas cuartillas, que podría cambiar a un lindo argumento si empezamos a escribir nuestra propio guion con base en una historia bien contada.

Tenemos que deshacernos de castrismo que llevamos tatuados en nuestro ADN, si en verdad queremos ver a una Cuba libre, pero me atrevo a decir algo más general… si queremos ver a una América Latina libre de todo el mal que nos han hecho. Tenemos que empezar a ser mejores personas, a ser una comunidad unida, trabajadora, y digna de haber recuperado nuestra autentica cubanía e identidad. Si no empezamos por ahí, Cuba jamás será libre.

Lo más triste de todo esto es que no somos solos los cubanos, la gran epidemia del socialismo del siglo XXI es una realidad permeando al continente. Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Chile y ahora México. Idealistas trasnochados de izquierda que aún no despiertan o intentan despertar en esos años, donde el régimen cubano vendió al continente sus mejores años de esplendor socialista. Pero todo fue una mentira. Nunca hubo años de esplendor socialista en Cuba. Todo fue una mentira que escondía una época triste, gris y sangrienta para el pueblo cubano.

Pero vendieron la mentira tan disfrazada, que todos querían ser como Cuba, pero lo único que sabían de Cuba es que había Educación y Salud Gratis. Y hasta eso era mentira.

Nunca fue gratis. Solo fue una moneda de cambio y objeto de chantaje. No te quejes, no protestes y no te manifiestes, porque tienes Educación y Salud gratis. Cuba es el único país donde existe…En ningún lugar de América lo hay. Ni en los Estados Unidos…

Y así les creímos las mentiras. Cuando estuve en México en los años 90’s pude comprobar con mis propios ojos que la educación era pública al igual que la salud. Y también pude comprobar que el mexicano no valoraba ese país maravilloso que tenían. Un día le dije a un amigo, idealista y medio socialista que conocí en esa época: Amigo, ustedes van a aprender a valorar este México que tienen, el día que lo pierdan.

11 de noviembre de 2022 | Por “El Balsero” para Acción Civil Mexicana

4 comentarios en “La mentira”

  1. Román Richard Ortega Morales

    hacia tiempo que no escuchaba tanta realidad en pocas letras muchísimas gracias por darnos tan buena lección de verdad VIVA CIBA LIBRE DE CASTRISMO

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