¿La política te da asco?

¿Por qué da asco la política? ¿La política es la culpable? Definitivamente que no. La política finalmente es una ciencia, una forma muy humana de actuar. Una serie de acciones que todos empleamos a diario en diferentes situaciones de nuestro día a día. Sin embargo, cuando William H Taft, inmortalizó la frase “la política me da asco” a pesar de ser presidente de Estados Unidos de 1909 a 1913, se refería a la política profesional, es decir, a aquellos que se dedican a la política como forma de vida. La frase tiene su peso específico viniendo precisamente de un político de profesión, porque además dirigió al país más poderoso del mundo.

Comento lo anterior, reflexionando acerca de algo que estoy cierto todos en un momento dado hemos escuchado: “la política es un asco”. Pero ¿qué profesión no tiene motivos para producir asco? Hay asco en la medicina, en la ingeniería, en la arquitectura, o sea, no hay profesión, ni siquiera oficio o cualquier quehacer humano, que no tenga motivos de producirlo, y aquí aparece ya un común denominador a todo esto al mencionar la palabra “humano”. El problema no son las profesiones ni los quehaceres, el problema somos los humanos.

Nosotros somos los políticos, los abogados, los electricistas, los técnicos, etc., luego entonces, el problema es humano totalmente. Somos nosotros los que, con nuestras acciones, nos dediquemos a lo que nos dediquemos, podemos producir asco y muchos otros sentimientos negativos al actuar corrupta, omisa o negligentemente, claro que con la oportunidad siempre de producir y/o provocar lo contrario, sin embargo, al final está en nuestro albedrío la forma de actuar y sus consecuencias.

No, no defiendo ni busco defender a ningún político, trato de hablar bien y poner en su correcto contexto, a una noble profesión como es la política y más bien acuso al humano y en este caso a los que son malos políticos profesionales, como aquellos a quienes se debe “agradecer” la mala fama de esta profesión. Podría, por ejemplo, decir lo mismo de la profesión del espectáculo.

El político profesional no viene de Venus, ni es un ser especial, y mucho menos una persona superior a cualquier otra. El problema es que, en nuestra idiosincrasia, históricamente tendemos a ponerlos en consideraciones particulares para enaltecerlos, y otro problema, ciertamente grave, es que muchos hay que se lo llegan a creer.

Estos últimos, conforme van creciendo en cuanto a sus posiciones de jerarquía política, generalmente van estableciendo círculos. En cuanto más cercano el círculo, los que pertenecen a este son los de más confianza, los del segundo círculo menos que los del primero y así sucesivamente. Esa confianza se gana principalmente en base a lealtad, más allá de eficacia y resultados, una lealtad mal entendida, y que termina por ser una verdadera cortesanía o “lame suelas” por no usar el grosero adjetivo más usado para este tipo de personajes. Son los del clásico, “hay que cuidarle la espalda al jefe”. Esos, aparte de asco, generan pena ajena al ver el grado de perdida en cuanto a su dignidad como personas que se permiten, con tal de estar en el ánimo de su jefe político. Pero insisto, esto no solamente se da en la política profesional, se da en todo, el problema viene a cuento, ya que, en este caso específico, incide y afecta en la vida de muchas personas, en ocasiones en la de millones, cuando se trata de cargos muy altos.

Lo anterior viene a cuento también, porque es a mi parecer, una de las causas principales del subdesarrollo de muchas ciudades y países de nuestro mundo, mayormente en América Latina y nuestro país desafortunadamente no es la excepción.

Mencionaba ya el común denominador: el factor humano, en el que el apartado de la civilidad es más que destacado, y por ello es inevitable hablar de la educación. No, no vienen de Venus ni son especiales, son comunes y corrientes, no tienen ultra dones, tienen los dones que cualquier otra persona puede tener, es decir, pueden ser mejores en esto o en aquello de la misma manera que otros son mejores en determinadas cosas. Las virtudes y defectos son infaltables. El punto es que, en realidad son “mal educados”, no me refiero a la educación escolar, universitaria, etc., en la que incluso pueden contar con excelentes notas, me refiero a la educación que comienza en sus hogares, en la que obtienen de determinadas amistades, de las influencias educativas y de principios que se “aprenden” en diferentes medios de información masiva, etc.

Los políticos profesionales “buenos”, aunque considero que son los menos, definitivamente los hay.  Son los que deseamos tener y los que necesitamos saber escoger en el momento que nos toca elegirlos, sin embargo, ya estamos como estamos, lo importante será entonces que, los que  tenemos hijos aún en edad de poder educarlos sanamente, asumamos la responsabilidad de observar más allá de la escolaridad y trabajar en el factor de humano y de la educación con valores, principios y sentido humano, si lo hacemos y lo logramos, encontraremos y formaremos cada vez a más y mejores personas, a más y mejores mexicanos, y por ende, a más y mejores políticos.

No, no son especiales, ni tienen superioridad alguna, ni vienen de Venus… salen de nuestras casas.

8 de Septiembre de 2022 | Por Oscar Athié para Acción Civil Mexicana

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