¿Revolución Cubana?

La mentira mejor contada. Parte I

Sin duda, en los años 60’s y 70’s, el tema Cuba se volvió casi recurrente. La izquierda Latinoamérica empezó a contar la historia revolucionaria cubana con una pequeña trampa: Contaba la versión del que supuestamente había ganado la guerra. Y digo supuestamente, no porque quiera filtrar de manera deliberada alguna teoría conspirativa ni mucho menos, simplemente por que la realidad era otra. Ni en Cuba hubo una revolución, ni 82 hombres que salieron de México hacía Cuba navegando en el yate Granma, tenían la más remota posibilidad de ganarle a un ejercito de casi 70,000 efectivos, y armado hasta los dientes, con la mejor tecnología de los años 50’s. Solo es cuestión de tener un poquito de sentido común.

Es increíble cómo se juega con el mundo y con la gente que como carnero come hierba, como si un izquierdista no fuera lo mismo que un derechista en sus formas políticas de dividir a los normales, los cuales somos vistos como piezas y el mundo como tablero.

Nunca se han puesto pensar ¿por qué Fidel «ganó» un 1° de enero de 1959? Porque desde ahí se puede entender todo. Con el ese día, se mataban dos pájaros de un tiro. Los cubanos bailarían y gritarían celebrando el año nuevo, pero también, EL TRIUNFO REVOLUCIONARIO.

Fidel, más que militar, primero nació jesuita, que es algo que oscila entre el espía y el brazo armado. Fidel, como espía, tenía que cumplir con la principal misión de un espía, que es la de llegar a la dirección de una organización o de un país. Las dos cosas logró, y llegó al poder. Desde allí no solo manipuló a Cuba, sino que manipuló al centro y el sur de Las Américas, a África, y también a Europa con un ejército de bailarines y cantantes que fueron a regar la chusma por el viejo continente. Fidel destrozó a Cuba, porque así nos necesitan. Pasar de la prosperidad a la pobreza, no sé si Franciscana, pero se trataba de borrarlo todo y provocar que el capital de Cuba se fuera a Estados Unidos, para con ese dinero, drenar los pantanos de la Florida, y hacerlo crecer a lo que es hoy; uno de los Estados más prósperos de la nación americana, y mientras Cuba, en muy poco, tiempo, empezaba a hacerse pedazos. Pero, ¿cómo? Miren ustedes, amigos mexicanos, porque si ven alguna similitud que esta “4ta transformación” que hoy viven en México, no es casualidad, es parte de un mismo plan.

lo que vino después fue todo lo contrario y demostraron, sin remedio, que todo era una trampa disfrazada de un populismo demagógico para captar el respaldo del pueblo y definir el comienzo de lo que ese señor llamó una “revolución verdadera”. Es horrible, porque ahí empezó nuestro calvario”.

Las primeras medidas económicas y sociales que adoptó Fidel Castro —a quien de aquí en lo adelante le diré “Agapito”, porque me da hasta asco pronunciar su nombre, y por si hay algún chivato del G2 que se cuele a leerme—, desde el primer día de su gobierno, excepto la Primera Ley de Reforma Agraria, mostraron un efecto distributivo de alto beneficio popular y, de alguna manera, no alteraban, en lo esencial ni las relaciones de propiedad, ni siquiera las de distribución de la riqueza. Sin embargo, y por obvias razones, ni al gobierno de los Estados Unidos ni a los empresarios, tanto cubanos como extranjeros que radicaban en la isla, les hizo mucha gracia. Por un lado, no se sentían dueños de la situación porque Agapito iba cerrando más el círculo para controlarlo todo y, por otro lado, empezaron a sospechar que algo muy diferente a lo que decía en sus discursos se estaba tramando desde la cúpula más cercana al gran jefe.

Su primera jugada fue la creación de un sector Estatal de la economía, que se dedicó a “recuperar”  los bienes malversados por los funcionarios del gobierno militar de Fulgencio Batista. Algo así como: “para devolverle al pueblo lo robado”. ¿Les suena? Claro, lo que parecía bueno tenía su truco. Algunos ministros reformistas eran partidarios de transferir dichos bienes mediante subasta pública al capital nacional y no al Estado. Y fue evidente que la idea de una estatización de la propiedad fue lo que les infundió el terror, pues, para ellos, era una especie de comunismo enmascarado.

Todo lo que hizo el gobierno en ese tiempo iba enmascarado de un populismo barato, con la fachada de que todas las medidas revolucionarias iban solo dirigidas a lograr una mejor distribución de la riqueza a favor de las clases que no tenían nada.

Según Agapito, estas medidas no eran de carácter socialista, ni siquiera antiimperialista, en el sentido estricto de la palabra. ¡Hay que tener cara dura! porque lo que vino después fue todo lo contrario y demostraron, sin remedio, que todo era una trampa disfrazada de un populismo demagógico para captar el respaldo del pueblo y definir el comienzo de lo que ese señor llamó una “revolución verdadera”.

Es horrible, porque ahí empezó nuestro calvario.

Fidel y Raúl Castro y el «Che» tras la ma llamada Revolución cubana que terminó en Dictadura.

Tres meses después de haber “triunfado”. el 3 de marzo de 1959, Agapito empezó el juego nacionalizando la Compañía Cubana de Teléfonos. Después, el día 6 del propio mes, aparecía otra ley, mediante la cual se rebajaban en un 50% los alquileres, lo que encontró un gran respaldo de ese pueblo tan necesitado y sabio. El 21 de abril se declaraba el uso público de las playas. ¡Imagina cuánto ganó en clientela! Ya todos los cubanos, negros, blancos, ricos y pobres podían hacer uso masivo de esas playas. Más tarde, el 20 de agosto se rebajaban las tarifas eléctricas, sin dudas, una medida de alto impacto popular.

Pero, la medida más radical de esa etapa fue la Primera Ley de Reforma Agraria, dictada el 17 de mayo de 1959. A diferencia de las anteriores reformas a la tierra, esta ley sí alteraba la estructura de la propiedad y de las clases existentes en el país. En pocas palabras y para que lo entiendan bien, empezaron a quitarle a la gente lo que era de su propiedad. Empezaba el gobierno a disponer de todo lo que no era suyo. Y en vez de que esta ley se limitara a un simple reparto de tierras ociosas en estado de precariedad o pertenecientes al estado, fue un poco más allá. Agapito dijo que se requería una TRANSFORMACIÓN de la agricultura cubana que eliminara el latifundio y otorgara “en propiedad” la tierra a quien la trabajase.

Con eso no había dudas que ascendería al salón de la fama. Se metió con los “gringos” porque no era posible realizar en Cuba una reforma agraria verdadera sin afectar los intereses de las compañías americanas y, por supuesto, a la propiedad privada. Ni era tampoco posible llevar a fondo el combate contra el dominio norteamericano en Cuba sin afectar las enormes extensiones de tierra incluidas en dichos latifundios.

Por eso, en la primera fase del plan macabro de Agapito, el contenido agrario y el contenido antiimperialista venían indisolublemente agarraditos de la mano y con todo eso, el jefe iba aumentando cada día más su clientela y dando a conocer quiénes serían sus verdaderos enemigos. Todo el que fue pobre y no escuchado antes del 59, ahora adoraba al mago que había llegado para transformarlo todo.  Todo el que tenía algo para ser expropiado, sin dudas, empezaría a rebelarse.

Había que hacerle creer al pueblo SABIO que se estaban haciendo verdaderos cambios sociales en la isla. Cambios sociales que solo tenían un nombre: Socialismo.

27 de agosto 2022 | Por “El Balsero” para Acción Civil Mexicana

Continúa en: ¿Revolución Cubana? La mentira mejor contada. Parte II (próximamente)

1 comentario en “¿Revolución Cubana?”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *